Domingo Jiménez Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables
Acabo de volver de un corto viaje de trabajo a Londres para una reunión, habitual estos días, del patronato de un Instituto Ambiental para tratar el tema de qué hacer ante el escenario del abandono del Reino Unido de la Unión Europea. El panorama no puede ser más desafiante e interesante en cuanto a lo que hay que evitar o promover si queremos que un estado, un país, progrese y lo haga de manera sostenible, democrática y cohesiva.
Lo más sorprendente es que incluso gran parte de los que querían salir están en general sorprendidos y preocupados. Parece como si el referéndum hubiera sido más una apuesta de casino en la que lo que se jugaba era ganar o perder lo puesto, es decir, tener razón o no, sin pensar en que lo que venía a continuación ya no era un juego. La prueba de que muchos votantes no sabían de qué iba el tema es que al día siguiente del referéndum la pregunta más hecha según Google fue ¿Qué es la Unión Europea?, es decir, que muchos británicos habían votado sin saber lo que significaba.
Según las explicaciones que he escuchado, esto obedecería a la situación de auto complacencia o pasividad con la que los ciudadanos vivimos, al parecer, la realidad de la UE. Esta situación no es ajena a algo generalizada y de aplicación a todos los europeos como es la falta de información pública más continuada, relevante y atractiva por parte de las instituciones europeas, en particular de la Comisión y de los Estados miembros, que parecen participar en el hoy clave debate europeo como en un juego solo apto para políticos y para los lobbies económicos que en Bruselas tiene más presencia casi que las propias instituciones.
Tampoco son ajenos los medios de comunicación, en este caso los británicos. Tal y como denuncia la propia prensa británica, y ciertamente los paneuropeístas, emporios mediáticos como el de Murdoch y otros magnates, que parecerían tener cuentas personales con la UE, habrían contribuido decisivamente a la movilización del Brexit sin una información real sobre las consecuencias. Hasta las comunicaciones más objetivas, como los informes en materia de medio ambiente que conozco, que demuestran que dichas consecuencias serían muy negativas para el Reino Unido, estaban mediatizadas por slogans, campañas ambiguas, con matices identitarios como “Take back control of the UK environment” (Recuperemos el control del medio ambiente británico), cuando precisamente el medio ambiente en Reino Unido se ha beneficiado y progresado gracias a la política comunitaria. Ahora se espera que vuelvan a “controlarlo” los intereses económicos confundidos como intereses generales.
Campañas mediáticas muy explotadas y alentadas ciertamente por intereses también personales de políticos populistas y arribistas como Boris Johnson, que, durante el ejercicio como periodista en Bruselas, la ciudad en la que curiosamente se crio, ya se había labrado un currículum como informador interesado.
Y en España la energía
¿Por qué es interesante esto para España? Porque aquí hemos vivido y seguimos viviendo una situación similar en lo que se refiere a la energía y en particular a las energías renovables, con medios de comunicación, sin generalizar, muy influyentes que o bien porque las empresas energéticas y eléctricas han conseguido que confundan sus intereses con los generales (como desgraciadamente ha hecho también el actual Gobierno en funciones) o porque se rinden al enorme peso que en este momento tienen estas empresas en materia de publicidad, financiación de otras actividades, etcétera …, es difícil no solo distinguir reportajes de publirreportajes empresariales sino conseguir publicar contenidos críticos de forma equilibrada.
No es de extrañar que en un ambiente tan poco crítico con la situación energética actual puedan seguir dándose, impunemente, declaraciones como las del secretario de Estado de Energía en funciones, Alberto Nadal, en la reciente presentación de las Estadísticas Globales de la Energía de BP (BP Statistical Review of World Energy 2016).
Mientras el informe señala que las renovables han perdido peso en 2015 en el mix energético español y aumentado las emisiones de CO2, y lo han incrementado en el resto del mundo de forma acelerada, Nadal ha vuelto a insistir (dentro del mantra equívoco que repite también Rajoy cada vez que va al extranjero del potencial de España en renovables) en que las renovables siguen siendo más caras que las convencionales, lo cual es absolutamente falso (y más si se internalizan los costes de emisiones de CO2 de las fósiles), y en que habrá que esperar hasta 20 años para revertir la situación, afirmación que contradicen todos los informes de situación y tendencias, según los cuales en 2015 ya se han realizado más inversiones en generación eléctrica de fuentes renovables que en las de combustibles fósiles. Solo le faltaba añadir, y lo ha hecho, que el gas es clave para aguantar estos 20 años y coincidir así con las empresas energéticas y eléctricas, acongojadas por la degradación de sus activos y en particular de sus centrales de gas.
Confiemos, Señor Nadal, que a la capacidad legislativa que va a tener el nuevo Parlamento, con un gobierno sin mayoría absoluta, se una el sentido de responsabilidad y oportunidad de unos parlamentarios que se abstraigan del legado legislativo, y también mediático, con el que comenzaremos la nueva legislatura, y no confundiendo los intereses de las empresas eléctricas y energéticas con los generales legislen en favor de un nuevo modelo energético basado en la eficiencia y en las renovables como una gran oportunidad para España. Oportunidad también económica, aunque no para las empresas que por intereses especuladores y cortoplacistas son parte del problema y no de la solución. Esperemos que los medios respondan también responsablemente.
Fuente: Blog 20 minutos.