¿Adónde va el Medio Ambiente en Europa?
Texto original del artículo escrito por Domingo Jiménez Beltrán Director Ejecutivo de la Agencia Europea de Medio Ambiente publicado por el diario español El Mundo. El Mundo publicó, el día 5 de junio, una versión distorsionada de las ideas e intenciones contenidas en el artículo original.
“Si no sabes a dónde vas cualquier camino te llevará allí” (Alicia en el País de las Maravillas).
Para el ciudadano europeo las mayores preocupaciones son la degradación del Medio Ambiente y el paro, que hasta podrían correr parejas en las estrategias para abordarlas, puesto que ambas significan uso irracional de recursos, naturales en un caso y humanos en otro. Pero, además de preocuparnos ¿nos ocupamos verdaderamente de estos temas?, o ¿solamente estamos -o los gobiernos están- atentos a las variables macroeconómicas en general y, ahora, de convergencia y disciplina hacia la Unión Económica y Monetaria?.
Hay demasiadas contradicciones en el sistema como para no poder decir abiertamente que no acabamos de encontrar el ritmo y el rumbo ambiental y del desarrollo sostenible y que ese necesario cambio en los sistemas de producción y de consumo no sólo se aplaza, sino que se trivializa, a través precisamente de asumirlo de forma generalizada por todas las fuerzas económicas y políticas y, por tanto, sin consecuentemente ninguna concrección, confrontación política o debate.
Curiosamente no sólo se logran mejoras en los parámetros macroeconómicos al uso a través de disfunciones ambientales, como la deforestación, la degradación de la costa o de los ríos, o de parajes naturales, como las tan conocidas “hoces”, ya que éstas no figuran como activos económicos o verdaderas infraestructuras, sino que incluso el incremento de las agresiones a la salud o la seguridad, léase accidentes en carretera, se traduce en incrementos en el PIB, al aumentar, sobre todo con los accidentes, los flujos monetarios, que es de lo que entiende el PIB, desentendiendose de las deseconomías ambientales y sociales.
Y por supuesto muchas mejoras en la dichosa “competitividad” se hacen a costa del empleo y en general del uso irracional de recursos naturales y humanos.
Las presiones hacia una contabilidad verde o de medida verdadera del desarrollo (en términos sostenibles) y de mejora de la calidad de vida, no han conseguido hasta ahora mover un ápice de el por todos reconocido como falso indicador de ambos que es el PIB. Y desde luego, por ahora el empleo o el paro, o la mejora de la calidad ambiental o de la calidad de vida en general no están entre los criterios de convergencia de Maastrich, aunque sí se espera que el desarrollo sostenible aparezca ya, como resultado de la CIG (Conferencia Intergubernamental), como objetivo de la Unión Europea, en la revisión del Tratado. Algo es algo en cuanto a arumbar el desarrollo.
La ética del desarrollo sostenible dirigida a conseguir una mejora de la calidad de vida para nosotros y las generaciones venideras, (basada en los principios de eficacia, suficiencia y equidad) implica incrementos reales de eficacia en el uso de todos los recursos (naturales y construidos; o menor uso de energía y materiales por unidad de producto o servicio necesario o demandado) realmente disponibles (para no vivir del capital sino de los intereses), lo cual sería común a cualquier actividad socioeconómica actuando en un mercado transparente y ordenado (regulado) ambientalmente (internalización de costes; consumo informado) mientras que la equidad debe instrumentarla la sociedad.
La AEMA publicó un informe en noviembre 1995, con ocasión de su primer aniversario de existencia operativa, que contó en su presentación con la participación del Presidente Santer y de la Comisaria Britt Bjerregaard, en el que se hacía un análisis sin concesiones de la situación ambiental y perspectivas en términos de mejora de la calidad ambiental y de progreso en el desarrollo sostenible. Y cito:
“En la Unión Europea se está avanzando en la reducción de ciertas presiones sobre el Medio Ambiente, pero esto es insuficiente para conseguir una mejora generalizada de la calidad ambiental y mucho menos para progresar en el proceso de desarrollo sostenible. Sin un reforzamiento y aceleración de las políticas en curso, las presiones sobre el medio ambiente continuarán determinando una superación tanto de las normas mínimas para la salud humana como de las capacidades, normalmente limitadas, de recepción del medio. Las acciones en curso no nos llevarán a una integración de las consideraciones ambientales en los sectores económicos ni a un desarrollo sostenible.”
En resumen, perspectivas poco halagüeñas si no cambiamos de rumbo y de ritmo o, como ha dicho la Comisaria Ritt Bjerregaard al presentar su nuevo Plan de Acción, si no pasamos de los principios a la acción.
Hoy, en el Día Mundial del Medio Ambiente, dedicado a “Nuestra Tierra, Nuestro Hábitat, Nuestro Hogar”, y aprovechando que la prensa y los medios de comunicación conceden espacios no sólo a las cabeceras ambientales en general catastrofistas y reactivas, sino también a una reflexión más global y proactiva interesa retomar el análisis ambiental como una oportunidad, sobre todo para un país como España, rico en territorio, en diversidad, en recursos e infraestructuras naturales, para arumbar y reconducir un futuro en la búsqueda de los múltiples dividendos que un desarrollo sostenible comporta, en términos de mejora de calidad de vida (en el medio urbano que se encuentra en situación crítica, como anticipa en su mensaje para hoy Boutros Boutros-Ghali, pero sin olvidar el necesario desarrollo rural integral), empleo (atender demandas socioeconómicas y ambientales insatisfechas, servicios intensivos en empleo y no en recursos naturales y capital) y equilibrio social.
¿Pero cómo salirnos de ese carril, marcado por una oferta agresiva que vive a costa de una explotación a tope de las infraestructuras y recursos naturales y que tiene cautiva a la demanda?; de una oferta y producción que sólo medra con un aumento cuantitativo y no cualitativo y dirigido del consumo, léase la industria del automóvil, que ha hecho de la movilidad un objetivo en sí mismo y que está contribuyendo a ese crecimiento desaforado e insostenible del tráfico rodado (y que requieren cada vez mayores ayudas, incluso estatales o de reducción en impuestos, medidas todas regresivas, en términos ambientales, para mantenerse), pero también de las empresas suministradoras de electricidad o incluso de los servicios públicos de abastecimiento de aguas, que sólo medran o se mantienen con el incremento del consumo, y que como en el caso de Madrid, no se podrían mantener si los madrileños no volvieran a consumir o a abusar del agua, después de la escasez de hace unos años, en la que se había ahorrado un 25% sin renunciar a nada.
Sólo nos cabe reflexionar como “ciudadanos del mundo”, como también señala en su mensaje para hoy la Directora del DNUMA, Elizabeth Dowdeswell, y como consumidores y usuarios, y verdaderos responsables de nuestra situación y futuro, y retomar las riendas de lo que es lo nuestro, una demanda consciente e informada (Gestión de la Demanda). Sólo la presión de la emergente sociedad civil conseguirá no sólo arrumbar la oferta y la producción, sino también obligar a los Gobiernos a tomar decisiones drásticas y hacer lo que deben y no sólo lo que saben a través de una democracia progresivamente más participativa.
Sólo eso hará posible lo que no es ya una utopía del Profesor van Weizaker al formular su “Factor 4”, o sea, cuadruplicar la eficacia en el uso de energía, materias primas y recursos naturales, para poder duplicar el nivel de desarrollo con la mitad de recursos.
España, sus regiones, ciudades y pueblos, con su maravillosa diversidad, están en una posición privilegiada con respecto a sus homólogos de la Unión Europea, y de hecho en muchos casos han practicado casi sin saberlo, pero están abandonando, pautas de desarrollo sostenible (estructura de los pueblos, cultivos y ganadería extensivos, dietas alimentarias mediterráneas …), que otros países como Dinamarca, donde está la Agencia Europea de Medio Ambiente, se esfuerzan en recuperar y que ya rentabilizan con el marchamo de “ecológicos”.
La nueva Ministra de Medio Ambiente ha cogido el toro por los cuernos al señalar como prioridades la reforestación y conservación de bosques (la infraestructura básica para España, incluso como reguladora hídrica), y ultimar el plan hidrológico con criterios de racionalidad ambiental (incluyendo reducción de infraestructuras u obras innecesarias, mediante una gestión racional de la demanda) y revisar la Ley de Costas sin confundir descentralización con desregularización. Supongo que es consciente de que es un toro cuernilargo y astifino y que derrota (especulación, construcción y oferta abusiva), pero al que hay que hacer tirar del carro del desarrollo sostenible. Buena suerte en el empeño.